viernes, 11 de septiembre de 2015

Cuando tú eres todo.

Cuando me levanto cada mañana y tú te estiras en tu cama, cuando te vienes conmigo a desayunar y no te despegas de mi hasta que me voy a trabajar.
Cuando vuelvo y oigo como corres por el pasillo para salir a recibirme, cuando te mezclas entre mis piernas para tener todo tu cuerpo en contacto con el mío.
Cuando duermes la siesta con esa cara soñadora, y mueves la cola en señal de que algo te hace feliz, cuando te enfadas si te despierto.
Cuando jugamos en el suelo a ser perros, cuando muestras ese cachorro que aún vive dentro de ti y me arañas, me muerdes, me gruñes, saltas encima de mi, corres como un loco y me tratas como a un igual.
Cuando finaliza el día y te vas solo a dormir, sin esperar a nadie... o cuando necesitas que estemos contigo, y nos llamas para que vayamos juntos.

Cuando todo eso ocurre, nada importa más... solo ese momento y la manera en que lo haces especial.

A veces me quedo mirándote y te encuentro precioso, con esas canas debajo de tu barbilla de perro adulto, con esa mirada especialmente limpia que no puede esconder lo que piensas, con tus heridas de guerra, y con esa trufa con la que juntos olfateamos este mundo que nos rodea. Eres bello por fuera, pero más lo eres por dentro y ojalá puedas ver de mi lo que yo veo de ti.

Mi vida está completa desde que llegaste pequeño, me das cosas que quizás un humano no puede porque las personas razonamos y tenemos emociones que vosotros no sentís o no comprendéis... sois puros en todo vuestro ser, y eso es lo mejor que hay.